Una visitilla

Estaba sentada en su silla jugando con los pedazos de la muñeca que se le había roto, tratando de pegarle algunos pedazos con pegamento, pero de todas formas se desarmaban. Ya no sabia que hacer y no le quedaba mas que hacerse la idea que la tenía que botar a la basura.

-Valla… muñequita no esta sana…- Musito suavemente dando un profundo suspiro y cerrando los ojos. Fue en ese mismo momento que sintió la puerta de su oficina, alguien llamaba y no podía hacerlo esperar. -Adelante… a la casa de las muñecas…- Dijo con un tono alegre y una sonrisa en los labios.

Lo miro detenidamente con una sonrisa en los labios, se trataba de un prisionero así que decidió tomar precaución en el asunto sin que el chico supiera.
Separó unos centímetros el dedo índice diestro del escritorio en que estaba apoyado, dejando salir de la punta un fino hilo, delgado, transparente, imposible de percibir a primeras. El cual enrolló en el corazón del chico, muy suavemente para que no sintiera la presión y pasara desapercibido, pero si hacia cualquier movimiento inadecuado lo iba a matar sin piedad.

-¿Dime…? Aina quiere saber que es esa cosa.- Mencionó sonriente y ladeando un poco la cabeza al lado izquierdo.

-¿Un taller de informática…? ¿Quieres chatear con tu ciber novia…?- Le preguntó con una movimiento de cabeza al lado contrario, sin apartarle la mirada ni un segundo, aparte de conservar aquella sonrisa amable en los labios.

-Poner computadoras a disposición de presos es algo arriesgado…- Dijo mirando al chico y jugando deliberadamente con su cabello, enrollándolo en su dedo índice.