Clausura

No entendía las verdaderas razones de porque había sido mandada a la celda de castigo. No había echo nada a su parecer “incorrecto” para que la encerraran, pero conociendo a los policías y como eran, seguramente fue por algún acuerdo de encerrar a la que mato a tantos de ellos y darle su merecido entre todos, de todas forma, sola, sin armas, no podía hacer mucho y mas de algún golpe le iba a llegar. Era humana después de todo.

Ya había pasado cinco minutos encerrada, ninguna ventana para ver el exterior, más que la que estaba en la puerta, no mediría más de unos veinte centímetros de largo y cinco de ancho, acto para solo mirar al interior y nada mas, quizás para el exterior también, pero como los encargados del lugar no eran tan tontos, lo protegían con una especie de tapa, que solo era movida cuando alguien quería observar al prisionero o decir algún comentario tan “caballeroso” que siempre solían decir.

-Uhm…- Musitó mirando a los alrededores. Evidentemente no había nada, todo era muy vacío, oscuro y frío.
Ella se encontraba sentada en una esquina, con una pierna estirada y la otra doblada, mordiéndose levemente la uña de su dedo índice, la cual no llegaba a romper, más que jugar con ella a sutiles mordidas.

Ya era su segundo día de confinamiento (refiriéndose al trabajo), había tendido que soportar insultos, algunos golpes y hasta algunos lanzamientos de excrementos demás porquerías que esa bola de inmundos animales poseía y solo las usaban como pelota de beisbol. Estuvo a punto de ahorcar a un par de presos, pero estrictamente él seguía las leyes y solo les daba una “lección”. Llevaba ya algún tiempo en el comedor, teniendo un almuerzo en solitario, recién se levantaba, hace no más de 20 minutos, se lograba ver en su rostros esas facciones gastadas de no haber pegado los parpados en toda la noche, una boca seca de no poder dar trago de agua, lucía bastante adormilado y cabeceaba constantemente.

Habían pasado 10 minutos cuando recibió la noticia de que una de las convicto había sido puesta en la celda de castigo, le quitó un poco el sueño el anuncio. Dejo su almuerzo a medio comer, tomo su chaqueta que se acomodaba en el respaldo de su asiento y salió en dirección a la pocilga para los que no sabían acatar las reglas. El lugar estaba un tanto retirado, le debó haber tomado unos 20 minutos llegar.

-¿Qué perro será el cautivo? - Se preguntó al hacer rechinar la puerta de la entrada; necesitaba una aceitada sin duda. Al entrar percibió el olor a canino enjaulado, la ventilación era deplorable, ni si quiera parecía llegar rayo de luz a aquel sombrío lugar; era tan perfecto. Sonrió nada más dar un paso dentro y azotar la puerta que le seguía. Caminó hasta donde sus conocimientos le llevaron y en un acto tocó la puerta la cual pensaba era la correcta.
-Toc… Toc – En tono de interrogación y golpeando el acero con sus nudillos esperan una respuesta clásica: ¿Quién es? ¿Qué quiere? Cosas del estilo.

Estaba aburrida. No había nada que hacer en el interior de aquel calabozo, ni siquiera una mísera rata para molestar había, todo era vacío y ni luz tenía para observar correctamente, por suerte ya se estaba acostumbrando a la oscuridad y podía verse las manos y parte de su cuerpo.
Los tan consideramos guardias no le habían encendido la luz, quizás imaginaban que a oscuras todo era mas divertido.

Pasaron los minutos y nada aun, su aburrimiento seguía en el mismo tope que lo había dejado. Ni aumentado, ni bajado, estaba exactamente igual. Lo único que podía hacer era caminar de un lado a otro con los brazos cruzados, tarareando algunas que otra canción que recordaba, pero no completas, puesto que siempre repetía una misma parte, el coro para ser mas preciso.
Hasta que esa tranquilidad que estaba pasando fue interrumpida cuando escuchó un ruido afuera de la puerta.

-Ándate a la mierda…- Fue lo único que dijo al escuchar los golpecitos en la puerta de acero. Era evidente que no se trataba de un recluso, no podía serlo, menos siendo tan idiota para meterse en la cueva del lobo, para decirlo de alguna forma mas practico. No quedaba ninguna opción más que pensar que era un guardia. Un maldito animal que venia seguramente a presumir su autoridad frente a ella, aunque nadie le aseguraba que solo era uno.

Vaya, que malos modales poseía aquel gatito. Gatito, ¿por qué se le abría ocurrido ese adjetivo? Al principió no conocía su sexo, pero su voz sutilmente insultante; era una dama obviamente. Fue tal su sorpresa al recibir tal insulto que musitó burlón “ohhh” y acompañado de arrogancia bien refinada. Al final sólo pareció el sonido de un quinto de llaves descansando en sus bolsillos, pero era claramente el sonido que provocaban al chocar una con otro obviamente provocado por el zarandeo del peli azul.

-Yo sólo vengo en busca de una amistosa charla, una amena conversación, quizá en busca de algunas palabras motivacionales que me provoquen dejarte salir antes de tiempo… - Una oferta, salió en tono incitante de sus labios aunque ella no pudiera ver quien se encontraba tras la puerta de metal y quien le ofrecía un poco de aire fresco a cambio de un palabras, unas simples y vagas palabras que el Doppe considerara de valor.

Se escuchaban sus pasos, que solo iban de un extremo hacia el otro del acero que les separaba. Al igual que sus suaves susurros al viento, sin significa, sin entendimiento, simplemente garabatos vueltos sonido.
Aún parecía estar afuera, que sería aquello... ¿Una tapa? La abrió sin pensarlo y con un vistazo de segundos alcanzó a ver el semblante de aquella dama; que divertido. En el momento cerró y exclamo unas cuantas líneas:
-Nada hay bajo el sol que no tenga solución, nunca una noche venció a un amanecer… - Que drástico, en la segunda parte de su canto se noto claro y rotundo el cambio que tuvo en la pronunciación pues se volvió suave y sutil, afeminado más bien dicho. Más correcto sería que se volvió idéntica a la de la chica…

Levemente escuchó aquel sacudido del manojo de llaves, subiendo la mirada y observando directamente hacia la puerta. Aun no veía nada y al parecer tampoco lo vería, pero eso no significaba mucho y tampoco sabia lo que venia hacer aquella persona en ese sitio. Así que guardo silencio escuchando el comentario del ante las propias palabras de ella misma.

-¿Una conversación amistosa, amena… palabras que motiven mi liberación ante de tiempo…?- Repitió cerrando su ojo diestro y apoyando la espalda en la helada superficie de pared de metal. Le resultaba gracioso, no sabía que había guardias tan “amables” como aquel, quizás en aquel corto tiempo de encierro el mundo en que había vivido había dado un drástico giro, pero no, no hay que engañarse tan fácilmente por palabras bonitas, menos de un guardia.

-¿Desde cuando ustedes son tan amables con los reclusos…? -Agregó calmadamente escuchando los pasos del chico que iban de un lado a otro. La desesperaban un poco, pero no lo reflejaba antes sus palabras, ni mucho menos en su expresión facial o corporal. Permaneció así, quieta, dócil, sin hacer nada.
Hasta que sus oído escucharon aquella frase como sacada de algún lado, le parecía letra de canción incluso, tenía unas enormes ganas de reírse por la voz tan suave que había puesto, tan “rarito”, pero bueno no era discriminante antes aquellos defectos que tenían algunas personas o mas bien tendencias y solo suspiro larga y profundamente.

Escuchó con calma las palabras de la peli rosa, parándose por fin y quedando al costado izquierda de la puerta lo cual se podría confirmar quizás con las sombras que pasaban por el orificio que separaba el suelo del acero. Se cruzó de brazos apretujando los pechos que ahora tenía; realmente ser mujer era bastante incomodo y sus caderas tan anchas, las mujeres eran bastante extrañas.

-¿Amabilidad? No, lo confundes. Nunca traté de ser amable, si no que el aburrimiento nos lleva a juegos. Juegos en los que siempre hay más de un participante – pronuncio cuidando cada entonación en sus palabras; era una voz bastante irritante pero el tono con que su arrogancia hacía gala en el acento que poseía esos vagos momentos. – Aunque, mejor te dejo salir y ves el juego por ti misma… - Llevó una de sus manos hasta los bolsillos, batiendo el contenido y sacándolas y ahora jugando con ellas con esas delicadas manos; escogió la llave correcta tras un segundo vistazo a las cinco y se escuchó claramente como esta entraba en la cerradura y el candado quedaba abierto.
Dejo la llave en su lugar; la había conseguido de manera poco cuerda y no sería conveniente que lo atraparan con ellas entre manos. El abrir de la puerta lo llevo a retroceder y un par de pasos y dejando caer su largo y sedoso pelo rosado contra su rostro, cubriendo este y solo dejando a simplemente el brillo de su filosa sonrisa, con ambas manos escondidas que se pegaron contra uno de las tantas celdas esperando acción de la reclusa, aunque realmente sería lo mismo hiciera lo que hiciera.

Era raro, muy raro, comenzó con una voz masculina para terminar con un tono bastante particular, incluso podría decir muy conocido para ella misma.
Estaba muy afeminado, casi como si fuera la verdadera voz de una mujer. Y fue en ese mismo momento que un despertar de su mente lo noto, ya todo era claro, mas claro que un mismo lago de aguas limpias. No podría creer que haya sido tan despistada, tan ingenua al no darse cuenta, era su misma voz, la misma que había oído durante toda una vida, era imposible no reconocerla.

Lo que estuviera pasando no tenía idea, solo mantuvo una expresión de sorpresa y un tanto curiosidad por saber lo que pasaba.
Ni respondió antes las palabras del chico o chica o lo que fuese, solo camino siguiendo sus indicaciones de dejarla salir y ver que la puerta estaba abierta. Tampoco iba ser tan tonta para decir que no.
Salió, observo a todos los lados en busca de aquella persona, topándose con la susodicha y quedando perpleja con lo que su único ojo divisaba. Ni palabras podría enunciar, estaba anonadaba. Era una copia fiel de la real, aunque aun no le observaba muy bien el rostro para confirmarlo, el cabello impedía verlo.

-Tú…- Musito suavemente algo confusa. Apoyando la mano diestra sutilmente sobre la puerta de la celda.

Se escondía aunque prácticamente lo único que hacía era prolongar algo inevitable. Usaba de escondrijo los cabellos para que aún quedara en tela de duda lo que ya estaba claro; qué curioso. Hiso un ademan al revelar el rostro haciendo sus rosados mechones hacia atrás, dejando ver un espejo a Lya. Un retrato de ella, cada facción, cada rastro, todo era idéntico en el rostro del antiguamente peli azul; que burla.
Significaría bastante, quizás quedarse sin palabras o un simple susurro confuso para por lo menos complementar la impresión con el movimiento de los labios.

-Claro, yo. O sea, tú. – Concluyó, al menos eso creía.

Al estar a solo unos pasos de la entrada, bien escuchaba pasos cercanos y voces aledañas y la del guardia y el preso no fue la excepción; varios jaleos y pisadas cada vez más próximas. Se noto en su semblante el sosiego que le obligó a tratar de evadir por lo menos la entrada y esconderse a un lado, pero tardío alguien le golpeo la espalda; una mujer. Escondió el rostro pero igualmente a destiempo y fue visto por ella que claramente impresión le sobraba .

-Ciertamente esto no me lo esperaba, pero debo aceptar que posees un físico de admirar Lya. – Fue chistó ese comentario, realmente sin cosa que lo enlazara al tema.

Seguidamente pareció como si un vórtice tragara ese cuerpo, pero apunto de desvanecerse volvía la figura original del peli azul quien sonreía sin preocuparse. Al mismo tiempo miro la cara de la nueva invitada y al momento con tocar su mejilla derecha adapto la nariz de esta a su rostro y un segundo toque y adapto el cuerpo entero; era bastante singular.

-Y tú… ¿eres? – Cuestionó volviendo a su forma original pero por un corto periodo pues jugaba con las apariencias de ambas, mesclando ojos, boca, nariz, cuerpo, lo que fuera para crear algo nuevo.

Se quedo anonadada al verse a si misma, tener una cosa tan exacta, sin ningún detalle omitido. Era escalofriante, era perturbador, que no tenía palabras para describir lo que veía. Tuvo el impulso de extender la mano y quizás acariciarle su cabello, tan rosado como el original, pero antes de hacer contacto con las puntas de los dedos, escuchó el escándalo que se aproximaba y una figura bastante conocida. Era Emily, no tenía duda de ello, no podría olvidar su silueta tan familiar y mucho menos su voz.

La quedo observando, haber que decía, pero como era de imaginarse estaba igualmente de sorprendida que ella misma. Estas cosas no se ven todos los días, menos en una cárcel. – Pues… no te lo quedes es mío…- Musitó al escuchar el comentario de aquel “guardia”. No se explicaba mucho el echo como sabia su nombre, en ningún momento lo había dicho, pero verdaderamente no era extraño, si era parte de Gokushi tenía acceso a los nombre de los prisioneros.

No le apartaba la vista de encima, le intrigaba bastante aquella persona y su tan grandiosa habilidad, pero al parecer cambio de un segundo a otro a ser un hombre de cabellos azules. Seria su verdadera forma, quien sabe, solo él, en todo caso.
-Este sujeto…- Únicas palabras que musito en su mente. Viendo como cambiaba libremente de apariencia sin importarle nada, estaba sorprendida, tenía que admitirlo. Jamás en su pútrida vida había presencia cosa como aquella.

El peli azul se podría considerar una excelente atracción para un circo, un bufón para él, entre que podría adaptar su cuerpo a cualquier forma humana, pues hasta el momento desconocía si podía volverse alguna puerta o un balón, al menos él creía que no, pero bien podría transformar su cuerpo entero en un arma mientras su cabeza se mantuviera intacta y no perdiera conocimiento. Pero por lo contrario, cualquier ser vivo podría ser copiado e imitado por él, pero en desventaja, conocimientos u alguna otra forma emocional o sentimental no podía ser copiado, todo se basaba en apariencia y en actuación. Con franqueza, al menos el echo de poder hacer suya hasta el más mínimo detalle suyo, así fuera una cicatriz, una peca, algún lunar, no existía la imperfección en sus habilidades. Perfeccionado a tal grado que podía hasta tomar algunas partes del cuerpo solamente, una mano o un brazo entero quizás, y combinarlos con algún rostro o torso… Siempre era divertido ver las expresiones que en ese momento veía.

-Yo, por otra parte – poseía algo de educación, y aunque no del toda, al recibir nombre daría el suyo – Soy tú o tú, quizás alguien. Tal vez también podrían llamarme él, o ella, realmente no tiene mucha importancia. Aunque, algunos me han nombrado como Zant. – Afirmó

No trataba de ser presunción, más si realista. La realidad que en cualquier momento podría ser ella, o esa otra, realmente podría ser un peligro para ellas pues hasta un simple ratón quizás podría decir, su cuerpo, mientras tomara esa droga no tenía límites para transformarse. Hablando de aquello, no tardo en dejar su cuerpo como tal, pero con una imperfección: una cicatriz que atravesaba su ojos izquierdo y que antes no estaba ahí; muestra de que si no manejaba aquello perdería el control. Un tanto nervioso, con la piel helada la cual comenzó a decolorarse amarilla y variando entre roja y azul fue que introdujo presuroso la mano derecha a su bolsillo izquierdo y sacó un pequeño frasco, lo agitó y se alivió un poco pues aún sonaba una pastilla. La abrió y tomo con desesperación, sin si quiera tomar agua a punto de dejarle caer al suelo pero a final de cuentas termino pasando su garganta. A esto el color de su piel se estabilizo, y las variaciones en su cuerpo entero comenzaron a desaparecer y volver a la normalidad dando así un suspiro con el cual retomaría la calma.
Afianzaría su cuerpo del muro más cercano, dejando su hombro como apoyo y cruzando ambos brazos para exclamar:
-Hasta yo, olvidé como me veo en realidad.- Afirmó siendo un dato que considero muy general.

Sin decir nada se acerco silenciosamente hacia su amiga, pasando por detrás de ella para acomodarse en su lado contrario. En ningún momento aparto la vista del sujeto, ni siquiera podía hacerlo, era realmente fascinante ver como cambiaba de forma cuando él lo deseaba.
En cinco segundo le susurró en el oído de Emily. Palabras que tan solo ella tenía que escuchar, no quería que el sujeto las escuchara.

-Estemos atentas…- Así de directas fueron sus palabras y de rápidas. Un balbuceo que solo fue escuchado cuando paso al lado de la joven, para no llamar la atención y mucho menos causar curiosidad de ello. Ubicándose de inmediato en el lugar que tenía pensando como si nada hubiera pasado.
Una mordida al labio inferior se produjo al escuchar el nombre del sujeto o mas bien, como lo solían llamar. No significaba nada aquel gesto, solo era porque no sabía que decir, hacer o pensar. Necesitaba desquitarse con algo y que mejor que con su propio labio. Era realmente frustrante quedarse sin ideas en aquellos momentos, más que solo estar atenta a cualquier eventualidad que sucediera.

Se sorprendió bastante al darse cuenta de la desesperación del chico, como se alteraba tanto por aquella deformación en su rostro y los colores tan raros que estaban tomando su rostro, porque este inmediatamente rebusco entre sus ropas un frasco de pastillas que dejo ver y que tomo sin ni siquiera prestar atención a su alrededor, con tal de estar bien. Fue entonces que entendió, fue en ese momento que supo cual podría ser su debilidad, posiblemente o quizás era un remedio para mantenerse en homeostasis. Una de las dos, no descartaba ninguna.

-¿Qué pasa si no tomas esas pastillas?- Preguntó sin retenerse la duda.

Su organismo escogió el peor momento para alterarse; pese a que él sabía a qué horas tenía que tomárselas y aún faltaba poco más de una hora. ¿Qué paso? Jamás había tenido que tomar sus drogas antes de tiempo. Quizás, aunque no con certeza, podría ser que el parasito dentro de sí comenzara a adaptarse a las drogas. Esto podría contraer bastantes problemas.
Aún peor, aquellas habían visto lo acontecido.

Escuchó las preguntas. Estúpidas a su parecer. Aunque, le hicieron pensar puesto que no podía contestar de manera desinteresada pues afirmaría las deducciones que ellas por si solas habrían sacado. Y, si decía la verdad, pues obviamente se jodería el mismo.
Retrocedió y oculto el frasco vacio entre las bolsas de sus pantalones. Se ajusto el cuello y desabotono su camiseta hasta que se la pudo quitar. La arrojó y levanto la prenda interior blanca que traía debajo, se ladeo un poco y fue como expuso un par de cicatrices, manchas y demás similitudes en su espalda baja un poco orientadas al costado izquierdo. También si se fijaba bien, se podía ver como parecía un pequeño insecto con afilados colmillos y garras que desprendían su piel continuamente y la comía, dejando ver la sangre.

-Por esto – mencionó manteniendo la camisa a una altura próxima a sus pectorales y que sujetaba con ambas manos mientras aquella cosa también captaba su atención; lo hiso tan perfecto que el mismo se sorprendía.

Había sido excelente, mejor de lo que esperaba. Zant simplemente deformo esa parte de su cuerpo a voluntad y creo el bicho ese igualmente. Todo fue provocado por su habilidad para evitar decir que aquellas píldoras eran para mantener el parasito dentro de él bajo control. Y de no tomarlas, su cuerpo comenzaría a deteriorarse, cambiar de aspecto en cuestión de segundos sin control alguno hasta transformarse en el parasito mismo y morir. Debido a investigaciones encontró que esa clase de alimaña solo podía subsistir dentro del cuerpo humano ya que el propio aire lo mataría.

-Ese bicho altera mi organismo. De no tomar las pastillas acabaría por carcomerme el cuerpo entero. Pero bueno, en unas semanas más de tratamiento desaparecerá – Concluyó volviendo a bajar la prenda, pero sin ir a buscar la camiseta azulada que traía encima.