¿Mi llegada?

Era de madrugada y el cielo estaba cubierto por nubes de lluvia, en cualquier momento iba a caer el aguacero mojando todo a su paso y el echo al pensarlo pasó, la lluvia comenzó a decender, tan fuerte, como si estuviera enojada por algo o con alguien.
Era de esos climas que uno no sabia si era por simple gusto del cielo que dejaba llover o por el echo que se acomodaba por la situación de algunos, quizás sean simples coincidencias que jamás serán explicadas de todo, pero por el ahora el ambiente era representante de lo que sentía en el interior de Lya. Se reiría en la cara de alguien si le dijera que se retrataba de tristeza, de pena o de angustia. Valla ridiculez, que se estaría rindiéndose más de una semana sin parar. Solo encontraba adecuado el ambiente ante su situación porque era igual de inestable que ella, su interior era tan cambiante.
Los goterones se podían escuchar claramente como azotaban contra el techo metálico del vehículo y como las ruedas del mismo se deslizaban por las húmedas calles, salpicando agua por doquier.

-Aun no llegamos…- Musitó levantando un poco la cabeza hacia la nada misma. No podía ver nada en su contorno, tenía una venda blanca alrededor de los ojos y más aun con esposas en las manos y en los pies.

-Todavía falta- Dijo uno de los ocho guardias que estaban sentado alrededor de ella. Algunos contaban sobre sus amoríos de trabajo y otros solo lucían sus atraques a ladrones en callejones, algo muy poco cosa para los oídos de la joven. Fue así que pasaron 60 minutos, una hora para ser precisa, hasta que por fin las ruedas del transporte pararon de andar. No se demoraron ni cinco minutos en abrir la puerta y comenzar a bajar los policías, al igual que entre dos tomaron los brazos de la chica y la levantaron de su lugar para hacerla caminar.
-Ya llegamos al lugar donde va ser tu infierno…jovencita- Mencionó otro de los guardias, tomándole el mentón y elevándoselo un poco, terminando con soltárselo bruscamente, que hizo que la cabeza de Lya se meneara para un costado. -Uhmm… Deberían sentirse felices ya no tendrán que escapar asustados de mi…- Se burlo con una minúscula sonrisa en los labios, casi provocando la ira de los policías. Y fue así exactamente que uno no aguanto las ganas y le hizo girar la cabeza con una fuerte cachetada.
Lya no pudiendo aguantar el impuso y se callo al suelo, raspándose las rodillas y las manos, sin olvidar que su cuerpo ya estaba completamente mojado por la lluvia torrencial que caía.

-Me pegas porque es verdad…- Dijo desde el suelo con una sonrisa. Dejando que la lluvia golpeara su rostro y limpiara el pequeño sangrado en el labio por culpa del golpe. Dos segundos basto para pararse nuevamente, le costo, pero termino de pie al fin y al cabo. –¡Ya no peleen! ¡Y llévenla adentro!- Dijo otro de los guardias con una voz mas prepotente. Haciendo que dos guardias diferentes tomaran a la chica y la entraran a la cárcel.
Se demoraron unos quince minutos en llevarla a su celda y sacarle las esposas de las manos como de los tobillos. No le pusieron seguro a la puerta, ya que al estar dentro el escapar no era permitido, ni siquiera se podía intentar. -Y ahora que…- Suspiro llevando las manos hacia detrás de la cabeza y sacándose la venda de los ojos, reflejando un ojo de color azulado y el otro cubierto por un parche blanco. No sabia que hacer en aquel momento, así que tomo la decisión de sentarse en el borde de la cama a observar la nada misma.

logré safarme de todo el jaleo que se traían en el patio, al regresar a mi celda decidí recorrer en secreto aquel lugar, pasando por la celda de una chica, miré dentro y la vi allí sin hacer nada, parecía perdida, ya que su mirada lo reflejaba, pude notar que tenía un parche en el ojo, cosa que me llamó la atención, entré haciendo sonido al caminar las suelas de mis zapatos retumbaban en aquel pequeño lugar, al ser completamente de piedra, era fácil de percibir, me acerqué bastante, confíado, aunque sin perderla de vista al igual que mis espaldas por si alguien quería intentar atacarme por detrás, tenía las manos en la espalda entré mientras la gabardina que llevaba ondulaba al caminar

buenos días señorita....

me quedé frente a ella sin hacer ruido, observandola y escuchando los gritos incesantes de las personas de allí dentro, le extendí mi mano, parecía una chica indefensa, tal ves por algún delito menor había sido enviada a aquella carcel

wesker... albert...

musité en un tono normal, presentandome ante aquella interesante mujer, miré hacia los lados buscando algo interesante por el lugar, simplemente tenía la mano extendida mientras mis ojos iban en busqueda de algo interesante que pudiese usar para algún experimento o por lo menos para distraerme un rato